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Movimiento y libertad en 3D en su máximo esplendor, y eso que fue uno de los primeros de su generación. Nunca deja de volarme la cabeza cada que vuelvo a jugarlo.

A pesar de que su diseño parezca caótico y aleatorio salvo ciertas ocasiones termina siendo el mejor planteado de la franquicia, con un tratamiento de la velocidad menos contradictorio, más humilde y más basado en su rol como impulso. El único juego de la franquicia que alcanzó un estatus respetable de calidad, todo acompañado por una banda sonora excéntrica, acorde y variante sencillamente increíble.

Más allá de su calidad como juego en sí mismo, es una de las mejores secuelas que he visto jamás. La ampliación y mejora de la movilidad del personaje no solo vuelve a Crash un deleite de controlar en sí mismo; el juego se permite así conjugaciones de obstáculos más complejas y difíciles que su antecesor. Siempre variado sin tener que recurrir a otros "géneros", lleno de secretos en su mayor parte intuitivos, difícil pero justo, y en definitiva sencillo y carismático.

El setting de una ciudad de nuevo milenio decadente y caótica y de colores grises y deprimentes tan ridícula como retorcida se une con un gameplay en el que el personaje se controla de manera sumamente tiesa y el mapa se inunda progresivamente de NPCs que fervientemente intentan convertirte en cadáver para ofrecer una atmósfera muy particular; hay un sentido de paranoia y nihilismo en el ambiente de GTA III que me encanta y no vuelve a repetirse realmente en la franquicia.

Las mejoras en cuanto a las capacidades del personaje son las adecuadas, no ahonda en secciones aburridas o frustrantes ni se regala, tiene sus secretos y su contenido desbloqueable, y la banda sonora es excelente. Se puede argumentar fácilmente que esta entrega fue el pico de la fórmula classicvania.

Juego inmortal; redondo e inmediato. Clásico de clásicos, forjador de un arte.

Sin llorar hasta el final.