Paul Verhoeven debe ser el director de cine al que el tiempo más ha reivindicado. Sus películas solían recibir una recepción de modesta a demoledora por su manera de dirigir metiendo exceso de violencia con litros de sangre chorreando a cascadas y gente explotando con sus miembros volando a todas direcciones. Pareciera que el tipo dirigiese OVAs japonesas sin los tentáculos que los nipones tanto aman. Tampoco ayudaba que el tono de sus obras fuera reminiscente a estos títulos pulp de los 50s con el tono optimista característico de los boomers de Estados Unidos durante la época dorada de dicho país. Por supuesto, estas películas se estrenaron cuando la generación X seguía siendo joven mientras escuchaban bandas de Grunge que trataban acerca de lo mal que estaba el mundo y como ellos eran unos jóvenes sin rumbo en la vida; era obvio que una película de tono optimista no empataría con la juventud cínica que veía como el nuevo milenio se acercaba y las ideas milenaristas de cultos apocalípticos y el avance tecnológico llenaban de ansiedad a la población.
Verhoeven era un director muy inteligente a la hora de tratar sus temas precisamente por ello, pues le tomó décadas a la generación de mis padres aprender el propósito de sus obras y el modus operandi que empleaba. Su ciencia ficción siempre presentaba al avance tecnológico enmarcado en las tendencias políticas de su tiempo de manera muy despectiva pues sus sociedades resultaban ser distopías llenas de corrupción donde los ciudadanos eran apáticos a sus alrededores ya que para ellos la degeneración social era algo común en sus vidas cotidianas, por lo que siempre estaban extasiados ante lo que veían como el progreso de sus civilizaciones en decadencia.
Mucho de ello nace de la visión que el sujeto tenía acerca de la sociedad occidental en los 80s cuando el liberalismo económico parecía salirse de control con Reagan y Thatcher dando rienda suelta a empresas multinacionales de hacer lo que se les cantara la regalada gana dado a las políticas de desregularización que permitieron a dichas empresas tener status especiales. Hasta el día de hoy se pueden ver esas secuelas con las mismas empresas formando monopolios y compinchándose con el gobierno de modo que es hasta difícil saber si las empresas forman parte del gobierno estilo Unión Soviética o son las empresas las que dominan el gobierno. Esto se puede ver a leguas en la película más famosa del director—o por lo menos lo fue hasta que Starship Troopers le quitó ese título en la última década.
Robocop representa lo anterior y con lo anterior explicado respecto a la forma de presentar sus tópicos la vuelven una película tanto entretenida como intelectualmente gratificante. En muchos sentidos es la antítesis de Blade Runner donde el progreso científico creaba maquinas tan similares a los seres humanos que era complicado saber cuando se estaba tratando con una persona o no. Robocop es al revés; el progreso científica acaba por deshumanizar a los seres humanos con la creación de cyborgs que son tratados como meros instrumentos para realizar trabajos.
Eso se puede observar con el personaje de Murphy siendo extraditado por una empresa que tiene el monopolio de la defensa y la protección de Estados Unidos. Este policía tras ser ejecutado vilmente por unos mafiosos, en lugar de honrar su memoria y darle un funeral, prefieren usar su cadáver para un proyecto de defensa de las fuerzas armadas. No hubo papeleo de por medio, la gente no se pregunta la ética detrás de lo que ocurrió ahí; sólo lo dejaron pasar porque nadie les dice nada. La actitud de los científicos resulta muy emocionada porque su proyecto saliera bien a pesar de los problemas colaterales que podría tener en la mente de Murphy. Esa falta de moral de parte de estas personas indica que en efecto se está viviendo en una horrible distopía donde ni siquiera tienen respeto por los seres humanos quienes sucumben ante el yugo de una multinacional desquiciada.
La película hace un muy buen trabajo en exponer los detalles que en efecto las instituciones públicas no tienen control sobre el país. El mundo tiene un problema que es que no hay mucha exposición sobre su funcionamiento a larga escala; apenas se sabe que transcurre en Detroit y que hay siempre noticias sobre el caos que se vive a nivel mundial con las distintas crisis que azotan el mundo y que amenazan con acabar la civilización con una guerra nuclear—un obvio miedo que era constante durante la guerra fría y que hoy por hoy se está resucitando. Nada de eso tiene un foco real y se siente como meros datos para ambientar el mundo.
Por otra parte, la manera en que se maneja Detroit sí que se explora y con una exposición muy sutil e indirecta, basada en los actos que hagan los personajes y en sus actividades cotidianas. La obra no necesita clarificar que las empresas controlan la vida de cada ciudadano de la ciudad; con tan sólo ver que los policías tienen sindicatos y van a huelgas como si fueran empleados de cualquier empresa privada ya te deja en claro por donde van los tiros. La propia actitud de la empresa con los propios policías indican lo mismo dado que ellos permiten que usen a Murphy como otro miembro de las fuerzas armadas. Las corporaciones controlan todo en la ciudad y permiten que el crimen exista relacionándose con mafiosos que vuelven a la ciudad un agujero del infierno similar a la Naranja Mecánica.
Ese control total de la sociedad, sumado a los comentarios respecto a consumo de productos electrodomésticos en propagandas en la televisión que la película emplea dentro del metraje como tal llenos de entusiasmo indican que en efecto el tono de la película es hiperbólico y es una sátira al final del día. Eso hace que la película tenga algunos aspectos muy profundizados como los efectos de la deshumanización en Murphy y otros que son puro humor negro como lo que dije de las noticias o los electrodomésticos. Así que por un lado no es una obra compleja en temas o en construcción, pero por el otro no es una película descerebrada de acción llena de violencia caricaturesca, es ambos a la vez y por ende una obra de fácil acceso para múltiples audiencias.
El drama está bien implementado cuando la obra decide enfocarse mas que nada en Murphy y en su nueva existencia como un ser mitad maquina que no tiene el control total de su cuerpo. Esa visión sirve muy bien para recordar que lo que pasó con él es inmoral y los recuerdos de su familia así como el tema de ser fiel a las leyes pese a todo le hacen un personaje que retiene su humanidad y tiene una actitud pro-activa ante la adversidad con la que es fácil simpatizar. Eso es importante porque de lo contrario no habría un contraste con el factor cool que desprende como si fuera una mera fantasía de empoderamiento de las fuerzas armadas donde humanos optimizados luchan contra el crimen sin parangón. Aquí Murphy sigue teniendo dificultades dado a su programación y a que hay veces en que su voluntad no puede contrarrestar los protocolos en su base de datos. También que su apariencia sea body horror puro ayuda a esa nivelación en el tono y en la aproximación.
Ya mencionado eso, ahora falta tratar la parte divertida del filme que es lo que ya mencioné del body horror a su vez. La película es tanto horrible como divertida a la vez; obtuvo una calificación de X en los Estados Unidos precisamente por ello. No porque sea pornográfica, o quizás sí lo es, pero respecto a la violencia extrema. Las muertes aquí son tan brutales como en el anime ochentero y cabe destacar que cumple un rol precisamente en la misma falta de valor que se le da a la vida en la película frente al avance tecnológico. En una parte a un empleado de la empresa malvada que domina la ciudad lo despedaza a punta de balazos una peligrosa maquina equiparable a una tanqueta y lo que le preocupa a los realizadores es que el proyecto fuera un fracaso. Que gente sea despedazada también resalta la maldad de los villanos quienes causan destrucción y muertes a donde vayan mientras que la incompetente policía prefiere irse de huelga. Así que es matar dos pájaros de un tiro: tenemos acción desenfrenada por doquier que a su vez cumple un punto.
Igual, se debe remarcar que todo esto sigue haciendo a la película difícil de considerar equiparar con 2001 o Blade Runner. La ridiculez es capaz de ahuyentar a los espectadores, en especial porque los propios efectos son ridículos. Usan Stop Motion que está empleado para verse como una caricatura y es algo apropósito. El diseño de robocop es parecido a los de estos robots de la época pulp en la ciencia ficción para aumentar la falta de verosimilitud. La brutalidad de la violencia es muchas veces llevada al punto que la inmersión puede romperse como cuando despedazan a Murphy a escopetazos y se supone logra sobrevivirlos junto a un disparo en la cabeza. El hecho que nadie le meta un disparo en la cara que es su punto blando no se considera y el aspecto social en general se desconoce; se sabe que las pandillas gobiernan la ciudad, pero la población no parece tener mucha interacción ante lo que pasa y salvo por Murphy y el conflicto de intereses entre Morton y Dick, los personajes hasta rayan en lo unidimensional.
Pese a estos inconvenientes, sí diría que es una película que vale la pena ver y más porque su sátira pareciera que concuerda cada vez más con la realidad donde la estupidez de las multinacionales y el decadente optimismo se vuelven más realidad con esos memes de chicos soja. Para su época fue una película muy buena en captar el desastre que es Detroit y que sigue siendo a fecha actual. También sigue cobrando más relevancia con el paso de los años, como They Live de John Carpenter u otros títulos similares.