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El tono de las películas de Aronofsky suele no tener resonancia en mí pero eso no hace que deje de parecerme un director interesante. Dejando a un lado el argumento de que "todo mundo tiene una droga" (la cual es una buena idea sobre la cual hacer girar una película pero durante el transcurso de esta la idea no crece) lo que más me agrada de Requiem es lo conciente que parece estar Aronofsky de lo devastador del material y cómo, a diferencia de lo que muchos otros directores habrían hecho, no decide diluir el material sino encontrar otra forma de presentarlo.
El recurso que el director utiliza, y que pocos hubieran podido ejecutar bien, es utilizar todos los recursos técnicos a su alcance para crear un espectáculo visual del que resulta difícil apartar los ojos. Tal como los infomerciales que suele ver Sara Goldfarb, una de las protagonistas, en los cuales abundan las luces y el sonido, Requiem se vale de una fotografía sumamente expresiva, una edición imponente y un score que no ha dejado de escucharse a lo largo de toda esta década. Gracias a lo bien realizados que están estos elementos y la forma en que armonizan entre sí Aronofski nos mantiene enganchados a su filme aún cuando sabemos que al final nada va a salir bien.
