Otra habilidosa comedia del realizador Richard Quine, habitual de este género. Con todo, no tiene el pulso narrativo ni el encanto de otros títulos suyos como: "Me enamoré de una bruja"; "La misteriosa dama de negro"; "La pícara soltera" o "Cómo matar a la propia esposa". El principal lastre puede ser su excesivo esquematismo -quizás debido a un irregular guión- donde las escenas y situaciones se repiten y agotan bien pronto cualquier posibilidad de sorpresa.
Pero como a las comedias clásicas -sobre todo a las norteamericanas- se les puede permitir casi todo por su mismo género de característica diversión y por las numerosas y exquisitas muestras que han ofrecido a la historia del cine, no desbanco a ésta de la calificación de, cuanto menos, agradable. Aún con sus altibajos y redundancias, es de agradecer su ligero tono de denuncia social, en este caso hacia los dirigentes de una agencia mercantil de Bolsa que engaña a sus accionistas (las mejores secuencias transcurren en la sala de reuniones) ante la absoluta complacencia de éstos. Discreta, para pasar un buen rato.
Spoiler:
Da la sensación de haber sido hinchada hasta concluir en un forzado y bastante infantil "happy end".
-Crítica Nº 7-
5/10