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Review of The Maltese Falcon

Pesimismo, vicio y misantropía: los tres pilares del Noir. Desde su gestación, el género ha codificado una serie de tropos, temáticas y clichés que, si siquiera hayas visto tan solo una parodia, son posibles de identificar a distancia. Y si bien, una familiaridad con estos puede disminuir el disfrute de cierta obra, también es interesante el dar una mirada a sus fuentes de origen. “The Maltese Falcon”, de Dashiell Hammett, funciona como la quintaesencia del género. La historia, inmortalizada por su adaptación cinematográfica de 1941, relata el embrollo criminal en que se envuelve Sam Spade, un despreciable detective privado, concerniente a una misteriosa estatuilla del tiempo de las cruzadas. Gangsters, Femme Fatales, y toda clase de malvivientes trataran de obtenerla mediante un constante juego de engaños y traiciones, mientras seguimos a Spade al navegar por las decadentes calles de la America post-guerra, reevaluando críticamente sus concepciones morales.

El jugo de la novela se encuentra en el diálogo, ingenioso, crudo y humorístico. Realiza un excelente trabajo de voces, dotando a cada personaje una individualidad concreta que, si bien juega con lo caricaturesco, no denota falta de personalidad. Es por esto mismo un texto rápido, pues la acción se desarrolla en mayor parte mediante el intercambio entre los personajes. La prosa en general, apegada a las características de la novela negra, evade las florituras y un carácter netamente “poético”, y decanta, en cambio, por la “estética de lo cool”. No es necesariamente inspirador, pero vaya que es entretenido. Una decisión admirable es, del mismo modo, no presentar diálogo interno, limitándose a que el lector sepa únicamente sobre los personajes a través de lo que dicen o hacen, y el uso del narrador es de igual modo, en su mayoría, neutral. Es lo suficientemente ambiguo para que desconfiemos de lo que leemos, lo que acrecienta de manera genial el sentido de paranoia y desconfianza presente en la historia. La construcción del misterio, por su parte, es otra historia.

A diferencia de una historia de Sherlock o Poirot, el asunto netamente detectivesco pasa aquí a un segundo plano. Si en los ya mencionados personajes, el encanto proviene de resolver junto a ellos un problema con una precisión casi matemática, Hammett no prioriza en su obra este cuadro como su atractivo. Sin caer en spoilers, la lectura puede resultar confusa no por una complejidad temática o lingüística, sino por la obscena cantidad de giros de tuerca presente en el texto. Esto puede resultar tanto entretenido como irritante, dependiendo de su caso particular, y gran parte de estos puntos son producto de personajes ya irracionales actuando de manera sobre irracional. No se llega al punto del absurdo, y, al momento de la resolución, uno puede armar el esquema de manera lógica y concisa, pero se da uno cuenta de que los eventos están allí en servicio de una temática general. Y que podría ser esta sino una mirada sombría a la naturaleza humana; vamos, recuerden que esto es una novela negra. “Todos tienen algo que esconder”, se afirma en cierto punto, y bien podría tomarse esta cita como la tesis de la novela (y el género mismo). Afirmación nada sorprendente estos días, pero que en su momento representó parte de porqué obras de esta índole resultaban un shock. El texto rechaza las nociones de la justicia y heroísmo tradicionales, sobre los que ofrece una mirada cínica y melancólica. El sistema judicial, corrupto e inoperante, es tan solo un albergue para oportunistas sin escrúpulos. Una policía impulsiva que, en su mayoría, acaba por obstruir el alcance de un resultado justo, y un protagonista sumamente vicioso. Y hablando de este.

Como ya se ha afirmado, Spade es un hombre, por todos lados, despreciable. Es alguien sumamente árido y cruel, cuya falta de empatía y fe resulta su mejor arma para enfrentar el mundo. Es un tipo que reconoce las faltas en la ley, y no ve triunfo alguno en entregar un criminal a las autoridades. Puede a ratos parecer un autómata por su carácter frío y tosco, y nuestras simpatías se ven aún más ofuscadas por su extraño sentido de moralidad. Es el detective Hard-Boiled prototípico, un caballero solitario, violento y mordaz, al que difícilmente le sacarás una palabra dulce. Más es la mejor opción que tenemos, pues, por retorcido que parezca, es el único dispuesto a mirar el mundo a los ojos sin un disfraz. Vemos a la humanidad a través de sus ojos: una colección de deshonestos, mentirosos, egoístas y asesinos. Al igual que el resto de personajes, deseamos seguirle por su carisma bruto. Es sencillamente divertido observarle manipular las piezas y plantarle cara a medio mundo, a la vez que inquietante al no tener idea de si este tipo se trae algún objetivo noble o no. Es lo más cercano a un héroe en un mundo sin héroes, el hijo de puta más moral que existe. El resto del cast resulta entretenido del mismo modo; si, son caricaturas de lo peor de la humanidad, pero son en justa medida extravagantes para sacarle a uno una risa por aquí y por allá; los atisbos de virtudes que ocasionalmente despliegan, del mismo modo, revelan un cierto grado de matices en ellos y en el mundo, aún si resulta algo superficial.

El disfrute de la novela dependerá en gran medida de si estás familiarizado o a gusto con el género negro, y si no te estorba la presencia de tantas marcas de este. Puede también desconcertar a uno el simple grado de cinismo presente en el texto, pero este se maneja en cantidades suficientes. Es muy fácil para el Noir caer en una total y absoluta miseria, y el grado en que esto sea exitoso o no dependerá meramente de la capacidad del escritor. Puedes estar de acuerdo o no con esta visión casi nihilista del mundo, pero nunca he creído que para apreciar una obra, crítica o personalmente, debe uno estar de acuerdo con su declaración moral. Hammett, por su parte, alivia esta pesadumbre mediante el humor y las andadas de su protagonista, inmerso en el mundo de la depravación pero con un pie firme en el sentido del deber, aún si no siente pasión alguna por cumplirlo. Veo esto como su punto central: la esperanza de que, entre toda la pesadumbre y oscuridad, es posible reconocer y reconciliar nuestros ángeles y demonios. Pero joder, para verles es necesario quitar las mil mascaras que ponemos sobre nosotros.
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Added by SchizoidSudaca
9 months ago on 22 July 2024 15:59