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El tercer juego cambia nuevamente el sistema original de Humanidad, pero ahora se siente con un mejor propósito. El problema con el segundo Dark Souls era ser un undead cuando usabas un ítem distinto a la humanidad, lo que te hacía preguntar donde quedó esto dentro del escenario. Por aquí eres un unkindled que es uno de los originales undead que no lograron prender la llama en el primer juego y se volvieron ceniza. Eso hace la existencia del ember justificada siendo que maneja una nueva lógica en lugar de reescribirla.
La jugabilidad es relativamente distinta a sus predecesores; fácilmente podemos llamar esto Bloodborne disfrazado de Dark Souls siendo que son casi iguales. El número de enemigos se triplica, repeler ataques es menos sustancial frente a esquivarlos, la linealidad y el sistema laberintico es reemplazado por un teletransporte inmediato usando la fogata y un largo etcétera. El motivo no podría ser más evidente, Dark Soul I era lento por lo que ameritaba su paciencia. Dark Souls II mejoró el ritmo, pero a costa de simplificar la exploración por algo que se podía usar de todas formas en el primer juego una vez pasas los niveles de Anor Londo. El tercero permite ir de un lugar a otro de inmediato usando un archivo de fogatas encendidas en áreas específicas dentro de un mismo sitio. De ese modo sientes un mayor progreso ya que pasas por mareas de enemigos mucho más frenéticos, con mayor número de habilidades y cantidad.
En efecto se tira a la basura la interacción con otros personajes siendo que apenas completarás unas cuantas misiones y la mayoría del tiempo seguirás explorando, pero siendo que el enfoque siempre fue el combate y no la historia, la cosa va para mejor. La dificultad que tantos le claman se siente más dada a dar un golpe especifico y aprender el patrón de combate de tal enemigo que otra cosa. Sólo necesitas saltar alrededor de este sin mucho calculo, por lo que sí es difícil es porque debes burlar a tu oponente en vez de estratégicamente usar tus habilidades para derrotarlo. Eso nos lleva al siguiente punto…
A estas alturas de la vida, ello quiere ser un espectáculo y hace un gran trabajo en ello, los visuales son mucho mejores que el primer juego que tenía lag cada que varios enemigos aparecían en pantalla o el segundo que se fue por un estilo más animesco y blando. El tercer juego tiene los escenarios más detallados y decrépitos. También ayuda que los huevos de pascua que tenía Miyazaki para trabajar las localizaciones vuelvan a estar presentes.
Aun en esas, hay un fuerte enfoque en tu papel como unkindled ya que el mundo está deteriorado a causa de tus acciones en el primer juego. Tu trabajo será cazar a aquellos antiguos que se sacrificaron para encender la llama artificialmente. Afrontas las consecuencias del chosen one y a su vez remodelas lo visto siendo que estás cazando gente que fue como tú en la anterior entrega. También justifica a nivel jugable el incremento de enemigos siendo que los undead siguieron en producción por el estiramiento de una era que debió desaparecer hace tiempo.
Por supuesto, esto daña un poco tus actos en Dark Souls donde tenías que decidir si prender o no llama una vez finalizas, pero los resultados no afectan mucho esa continuidad. Y eso es todo lo que pienso de la última entrega, lo llamaría inferior al primer juego porque en Bloodborne tenías que sí o sí esquivar ataques mientras aquí tienes un intermedio que podría evitarse e irse full Bloodborne, pero en general está bien.
En resumidas cuentas, la trilogía de Dark Souls está bien, no me parece una obra maestra y las peleas que hay que alardear de ella. Quita eso y el mundo blando y vacío, razón por la que Lothric, Lordran y Drangleic no tienen conexión clara entre sí. Los personajes son herramientas para el gameplay y ninguno de ellos es cautivador. A la final una partida en Waterdeep le da mil vueltas cualquier hora del día.
