La película se basa en el caso real de Nathan Leopold y Richard Loeb, dos universitarios procedentes de familias adineradas que secuestraron y mataron a un chaval de 14 años, en 1924. (Fleischer utiliza como base un best seller escrito sobre el citado caso, que ya había usado Hitchcock para ‘La soga’).
La película se divide en 2 partes. La primera nos muestra a los 2 jóvenes (Art Strauss –Bradford Dillman- y Judd Steiner –Dean Stockwell-) a partir de haber cometido el crimen. Veremos su forma de ser, absolutamente violenta contra la sociedad que los acoge, veremos su relación entre ellos, basada en el dominio de Art y la sumisión de Judd, que sufre por no ser capaz de atender todas las ordenes de su ídolo (el trasfondo homosexual de la pareja creo que es bastante obvio), y veremos sus motivaciones, como por ejemplo su rebeldía, su ansia de demostrar su superioridad sobre el mundo en que viven cometiendo un crimen perfecto.
Veremos también su entorno familiar, totalmente desestructurado, como en el caso de Art, cuya madre se preocupa únicamente de sus partidas de cartas con sus amigas, o el de Judd, donde su hermano mayor es el único que parece preocuparse por él, asumiendo el rol de un padre dedicado a otros menesteres. Es curioso que Art, que en teoría es el manipulador e instigador de toda la acción nos es presentado como un chico encantador, lo que podríamos denominar ‘el alma de cualquier fiesta’.
La película evolucionará mostrándonos toda la evolución de las pesquisas policiales, para pasar a una segunda parte centrada en el proceso judicial, donde el protagonismo casi absoluto recae en el letrado defensor, un Orson Welles que está en su línea de gran actor, y que yo creo que es el encargado de mostrarnos el mensaje que el director quiere transmitir a la América de los 50, en un ambiente de posguerra donde la juventud ha perdido una serie de valores y se han convertido en ‘rebeldes sin causa’ casi predestinados hacia la violencia.
Por mi parte disfruté mucho más de la primera parte de la película, con mucho más ritmo que la segunda, en la que el largo alegato de Welles parece no tener fin.
No obstante, la película es muy recomendable.
8/10