Melodramón clásico, de época, pero sin mojigatería; bien realizado, eludiendo lo folletinesco.
La historia de un amor que pasa por todo tipo de vicisitudes románticas, en lucha con un entorno adverso y estrangulador, tiene momentos, si no increíbles, sí demasiado exagerados pero que no debilitan la idea; más bien la refuerzan en su afán de llegar a situaciones límite. El final, por una vez rompe la tradición del melodrama hollywodiense y es fiel al original, terminando por ser consecuente con su desarrollo: un encadenamiento trágico que acaba por minar toda idea de amor -aún de placidez- y de entendimiento ante la dificultad y la carestía económica.
Todo un cúmulo de buenos propósitos se ve destruído, abocado a la fatalidad que recorre toda la película, con buenas dosis de malentendidos y dobles interpretaciones.
No obstante su recargada trama argumental y los excesivos -por teatrales- registros de Laurence Olivier, la película salva la cara por la buena factura que le imprime en la realización el siempre efectivo William Wyler.
(26/5/1987)
-Crítica Nº 29-
5/10