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Este tipo de obras son las que me recuerdan por qué me gustan las cosas japonesas; parte de una premisa universitaria muy sencilla de la cual salen giros de tuerca sumamente divertidos que además de ser cómicos aportan bastante a los satisfactorio que puede ser el karma de la serie.
A pesar de lo ingeniosa que es su escritura, sin duda alguna las palmas de las lleva su estilo de animación que además de ser inesperadamente fluida para estándares japoneses está el hecho de que su estilo de dibujo y dirección de arte mezclan el japonés folclórico con el moderno que sumándole a lo bien que sus actuaciones de voz reflejan lo maniáticos que pueden ser los nativos del país del sol naciente nos da un paquete corto, ligero y sobretodo inigualable.
Advierto que se debe estar mínimamente relacionado con la cultura japonesa (no necesariamente otaku) para disfrutar de esta serie como fue pensada.
