Como casi todas las colaboraciones de este tipo la calidad de los cortos es dispareja, siendo el punto más bajo el de Nicolas Roeg (con el cual inicia la película) y los más altos el de Julien Temple (el cual resulta ser también el más ligero de pretensiones), el de Altman, el de Roddam y el de Ken Russell. Ninguno de estos resulta extremadamente gratificante pero sí son interesantes El corto de Don Boyd, el cual es presentado poco a poco como intermedio entre el resto, también tiene su encanto.
La ausencia casi total de diálogo hace que uno pueda prestar más atención a otros aspectos, como el movimiento de la cámara y los distintos tipos de toma que se usan, los cuales al menos en los mejores casos llegan a crear su propio lenguaje, especialmente en el corto de Roddam.