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“Van Gogh” es un libro clave en la obra de Artaud. Este se vio reflejado como en un espejo en el artista holandés. Es difícil encontrar un caso igual de identificación. Al indagar en la obra de Van Gogh se siente penetrar en un espíritu paralelo al suyo, se descubre a sí mismo. Este ensayo-poema (como debe ser toda interpretación de la obra de un artista) contiene múltiples niveles de significación. En primer término es una de las más brillantes interpretaciones del sentido de una obra de arte a través de sus cualidades formales. Revela como esas cualidades formales son todas significantes, y cómo dentro de ellas
“Van Gogh” es un libro clave en la obra de Artaud. Este se vio reflejado como en un espejo en el artista holandés. Es difícil encontrar un caso igual de identificación. Al indagar en la obra de Van Gogh se siente penetrar en un espíritu paralelo al suyo, se descubre a sí mismo. Este ensayo-poema (como debe ser toda interpretación de la obra de un artista) contiene múltiples niveles de significación. En primer término es una de las más brillantes interpretaciones del sentido de una obra de arte a través de sus cualidades formales. Revela como esas cualidades formales son todas significantes, y cómo dentro de ellas y a través de ellas el artista inscribe su particular visión del universo, en la cual el hombre y el mundo viven el mismo grado de pasión, reunidos en una totalidad vital.
El destino del gran maldito de la pintura es similar al de Artaud: similares fueron sus frustraciones, similares sus aspiraciones (...) La tortura de Van Gogh es imagen de la de Artaud, y ésta, imagen de la tortura de todo ser humano que aspira a una condición digna del hombre.
Toda la obra de Artaud es un gran libelo en pro de la dignidad del hombre, que recoge el material de su propia vida en conflicto. Por eso Artaud se constituye en un ejemplo, un modelo, un registro despiadado de la condición humana tal cual se la encuentra hoy.
Habitante de un mundo de pesadilla en que la vida es simulada, busca empero en su recinto interior. Quiere concentrarse en el reducto de su propio ser, vivir la totalidad del ser. Y entonces habla desde su ser.
El ataque de Artaud no se dirige al hombre en general, sino al hombre estúpido. Ataca la sordidez, la torpeza, la ceguera, la soberana inanidad, la cómica soberbia que nos llevan a un mundo como el que vivimos. Y ataca a los que se resignan a este mundo.
Artaud no solo se niega a participar en el juego siniestro que propone la sociedad sino que rechaza también convertirse en cómplice por pasividad. Se erige así en el rebelde en estado puro, y el rebelde es siempre aquel que abre nuevos rumbos a la sociedad.
Artaud pertenece a la escasa serie de aquellos que se sacrificaron por el destino del hombre, de los que se empeñaron en la redención de la especie. Si alguien es capaz de sufrir por sus semejantes, llámese Cristo, el Che Guevara o Artaud –cada uno en su plano- es que hay una grandeza redimible en el hombre.
La palabra de Artaud está en la avanzada del disconformismo y la intransigencia. Pero también quiso dar voz a lo inexpresable. Nadie como Artaud ha hecho estallar la fría envoltura de las palabras para lograrlo; nadie ha hecho recorrer al lenguaje una ruta más imprevisible. El lenguaje es para él un instrumento de combate, pero también una aventura del conocimiento.
Aldo Pellegrini
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