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Jacques de Mahieu no sólo ha sido un científico excepcional en diversas áreas del saber humano, sino que ha sido un maestro en el arte de analizar diseccionando hasta sus elementos básicos las concepciones teóricas para luego armar estructuradamente un edificio doctrinario sólido que muy difícilmente se pueda refutar. Y es también dentro de la sociología donde ha sentado escuela con el magnífico trata de Sociología que aquí presentamos.
Aquí podemos apreciar como comenzando por las cédulas básicas de la existencia humana llegamos a analizar cada una de las formas de estructura social que el hombre ha creado, dist
Jacques de Mahieu no sólo ha sido un científico excepcional en diversas áreas del saber humano, sino que ha sido un maestro en el arte de analizar diseccionando hasta sus elementos básicos las concepciones teóricas para luego armar estructuradamente un edificio doctrinario sólido que muy difícilmente se pueda refutar. Y es también dentro de la sociología donde ha sentado escuela con el magnífico trata de Sociología que aquí presentamos.
Aquí podemos apreciar como comenzando por las cédulas básicas de la existencia humana llegamos a analizar cada una de las formas de estructura social que el hombre ha creado, distinguiendo desde sus capacidades naturales y sus relaciones sanas hasta las perversiones o degeneraciones hacia las que el hecho social puede derivar.
Sabemos que el ser humano no es nunca un individuo separado de su grupo social. No nace, ni crece o se educa por sus propios medios. El elemento básico para el estudio de la sociedad no puede ser entonces el individuo aislado de su contexto. El grupo familiar, del que surge el individuo, procede a su vez de una tendencia biopsíquica que en cada uno de los cónyuges es evidentemente individual pero que tiene una finalidad social y supera, por lo tanto, a la persona de su poseedor. La familia y, por consiguiente, nuestra tendencia genésica siguen siendo el cimiento de nuestra naturaleza social.
Dado que sólo de forma excepcional el niño nace en una familia que no tenga otros contactos sociales que los que proceden de su propia existencia, este se desarrolla habitualmente en el seno de una Comunidad compleja que tiene una tradición, o sea un haz de costumbres transmitidas de generación en generación y que expresan sus variadas modalidades de existencia. Su educación está impregnada de dicha tradición.
Está claro que, si los integrantes de la pareja fueran semejantes e iguales, esto es, pertenecieran a un mismo sexo o a ninguno, el grupo familiar no podría existir. La desigualdad constituye, por lo tanto, la condición natural del contrato matrimonial. No se precisan tampoco largas demostraciones para hacer entender que es ella la que rige las relaciones entre padres e hijos. Maurras muy bien puso de relieve el papel fundamental de la “desigualdad protectora” sin la cual el pequeño hombre no vería la luz y, aunque la viera, no sobreviviría sino algunos instantes.
El primer principio del orden social natural es, por consiguiente, la desigualdad. El segundo deriva del primero: entre seres desiguales unidos por una vida social en común y que desempeñan en el seno del grupo funciones que corresponden a sus respectivas naturalezas, se establece necesariamente una jerarquía. Las relaciones entre el hombre y la mujer se fundan, pues, ante todo, en un intercambio biológico de servicios, siendo cada uno indispensable al otro para alcanzar la plenitud de su vida personal. La desigualdad y la jerarquía, lejos de representar principios de coacción, son, por el contrario, los factores de una colaboración funcional que excluye todo cálculo.
La desigualdad y la jerarquía que rigen las relaciones entre los distintos miembros del grupo biosocial no se fundan en una diferencia cualitativa de seres idénticos en su estructura sino, por el contrario, en una diferencia funcional que procede de la conformación biopsíquica particular de los sexos y de la filiación creadora de un lazo natural de dependencia.
Desde un punto de vista objetivo, la sociedad es un conjunto de hechos sociales, yuxtapuestos y encadenados conforme a constantes que constituyen auténticas leyes científicas. De ahí la necesidad y legitimidad de una ciencia autónoma que estudie los hechos sociales en cuanto a su naturaleza y su encadenamiento causal y establezca las leyes que determinan o condicionan su aparición. Tal ciencia existe: la sociología.
Con ella nos es posible aprehender en todos sus aspectos las estructuras y ciclos vitales de las Comunidades, la necesidad de vínculos naturales, tanto como la importancia y misión para el futuro de la humanidad.
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