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La cultura no consiste en un conjunto más o menos organizado de conocimientos que abarquen las distintas ramas del saber. La cultura del hombre es el resultado de un trabajo de formación que lo haga apto para sentir, pensar, actuar y crear, o también, de modo más general, para adoptar tal o cual actitud frente a la vida.
Dos factores intervienen en la elaboración de una cultura: la "materia prima" humana y el trabajo realizado, con su método y su duración. Por un lado, el hombre es el producto de una larga evolución histórica y lleva en sí no sólo los caracteres comunes a toda la especie sino también aquel
La cultura no consiste en un conjunto más o menos organizado de conocimientos que abarquen las distintas ramas del saber. La cultura del hombre es el resultado de un trabajo de formación que lo haga apto para sentir, pensar, actuar y crear, o también, de modo más general, para adoptar tal o cual actitud frente a la vida.
Dos factores intervienen en la elaboración de una cultura: la "materia prima" humana y el trabajo realizado, con su método y su duración. Por un lado, el hombre es el producto de una larga evolución histórica y lleva en sí no sólo los caracteres comunes a toda la especie sino también aquellos que lo diferencian por la raza a que pertenece y la individualidad que posee. Dicho con otras palabras, es el heredero biopsíquico de todos sus antepasados. Nace, por otro lado, en una sociedad que ha adquirido, en el curso de los siglos, cierto patrimonio cultural, y participa en una medida variable de esta tradición, en el sentido más amplio del concepto.
La cultura varía con la raza y la época. Varía también según los estratos sociales que están diferenciados biopsíquicamente dentro de la comunidad étnica y experimentan de modo distinto la acción del medio común.
Dar a un campesino o a un obrero una formación racionalista, según los lamentables métodos de la enseñanza contemporánea, no puede acabar sino en el fracaso más trágico.
Intentamos estudiar las relaciones existentes y/o necesarias entre proletariado y cultura.
Actualmente, lejos de buscar una formación cultural, el proletario llegaba hasta a despreciarla como específicamente burguesa y a rechazarla cuando, por accidente, le es ofrecida.
Para que nuestra civilización se afirme otra vez con pleno vigor, basta devolverle una base valedera y firme. Dicha base, la tenemos; el oficio, vale decir, lo que, en el maquinismo, ha permanecido humano. Si no sabemos trasmitir a los productores manuales, mediante la cultura sindical, la herencia de nuestra civilización, ésta desaparecerá, tal vez para siglos, tal vez para siempre, en el hormiguero industrial que los Atila mecanizados que nos acechan amenazan edificar sobre los escombros de nuestro Occidente.
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Manufacturer: Ediciones Sieghels
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