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Al atardecer del siguiente día en que ya estábamos desarmados y en un campo de Concentración se presentó una Columna de Guardias, Carabineros y Falanges que venían haciendo un verdadero alarde de consumo de municiones. El General me dijo: «Eso sí que son fuerzas». Y como se internaron en Portugal haciendo fuego, yo le dije: «Eso constituye una violación de territorio extranjero y si son tan buenas fuerzas como V.E. dice denos nuestras armas y las pocas municiones que nos han sido recogidas y verá como con una sola Escuadra de mis carabineros yo los elimino». El General y nosotros tuvimos que parapetarnos detrás de u
Al atardecer del siguiente día en que ya estábamos desarmados y en un campo de Concentración se presentó una Columna de Guardias, Carabineros y Falanges que venían haciendo un verdadero alarde de consumo de municiones. El General me dijo: «Eso sí que son fuerzas». Y como se internaron en Portugal haciendo fuego, yo le dije: «Eso constituye una violación de territorio extranjero y si son tan buenas fuerzas como V.E. dice denos nuestras armas y las pocas municiones que nos han sido recogidas y verá como con una sola Escuadra de mis carabineros yo los elimino». El General y nosotros tuvimos que parapetarnos detrás de unos largos montones de piedras y echarnos al suelo. Las fuerzas portuguesas compuestas por el Regimiento de Infantería nº 16, el Batallón N.º 4 de Cazadores, una Compañía de Guardia Republicana y una Sección de Guardias Fiscales, estaban rabiosas por hacer uso de sus armas al ver que podían hacer unos muertos o heridos. Algunos, por el fuego de la Columna que había violado un territorio, no repelieron la agresión, debido a que salió de entre la fuerza un oficial montado a caballo hasta la lengua del agua que hacía límite con España y después pasó a hablar con el Jefe de la fuerza atacante. Antes no dispararon, como digo, los soldados portugueses, ya que el General dijo que esto no tenía objeto porque era cosa de niños y ellos eran hombres como castillos, pero vestidos con pantalones cortos. Con ello el fuego se acalló y se marcharon a comerse una caldereta con el jefe de las fuerzas atacantes en intima camaradería.
Entre los documentos y testimonios relacionados con la Guerra Civil que aún aguardan la luz, destacan las memorias inéditas del carabinero Fermín Velázquez Vellarino (Badajoz, 1897-1972), que en su singularidad representan la historia vivida por millares de represaliados republicanos. Hoy, gracias al trabajo de dos investigadores de enorme relevancia en el campo de la memoria histórica, Maria Dulce Simões Antunes y Francisco Espinosa Maestre, se recuperan estas memorias, unas páginas sinceras y estremecedoras que muestran en toda su amplitud la fuerza de valores como la libertad, la igualdad y la solidaridad.
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Manufacturer: Editora Regional de Extremadura
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