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EXTRACTO DEL PRÓLOGO:
América, se ha dicho, es tierra del mito. Desde la llegada de Colón, navegantes y conquistadores europeos –y específicamente españoles– han visto resurgir en estas tierras el mundo del mito que en la Europa del Renacimiento quedaba cada vez más atrás. Colón mismo creía encontrar en América del Sur la sede del bíblico Paraíso Terrenal; otros descubridores creían avistar gigantes y amazonas expatriados del Viejo Mundo, mientras dioses y héroes de los pueblos indígenas recordaban necesariamente a sus homólogos de la Antigüedad, o a los apóstoles cristianos. Ponce de León esperaba ha-l
EXTRACTO DEL PRÓLOGO:
América, se ha dicho, es tierra del mito. Desde la llegada de Colón, navegantes y conquistadores europeos –y específicamente españoles– han visto resurgir en estas tierras el mundo del mito que en la Europa del Renacimiento quedaba cada vez más atrás. Colón mismo creía encontrar en América del Sur la sede del bíblico Paraíso Terrenal; otros descubridores creían avistar gigantes y amazonas expatriados del Viejo Mundo, mientras dioses y héroes de los pueblos indígenas recordaban necesariamente a sus homólogos de la Antigüedad, o a los apóstoles cristianos. Ponce de León esperaba ha-llar la Fuente de Juvencia y más de un conquistador empeñó su hacienda y su vida en la demanda de las Siete Ciudades de Cíbola o de la Ciudad de los Césares.
Asimismo el origen de los habitantes de América puede ser entendido míticamente, es decir, con referencia a las tradiciones del Viejo Mundo, sin que importe la verosimilitud histórica: allí están los Atlantes y las Tribus Perdidas de Israel; el Ulises que fundó Lisboa y el Hércules en demanda de las Hespérides –héroes “occidentales” por excelencia–, como asimismo hispanos, fenicios, cartagineses, romanos, mientras esperan su turno Caballeros del Graal y los Templarios.
En esta obra, el revisionismo radical de nuestro autor se va a ocupar del misterio del Descubrimiento de América. Noticias de la época helenística –fecunda en viajes, pero también en relatos fantásticos–, que el autor va a deducir viajes realizados entonces a América desde Asia sudoriental, cruzando el Pacífico; y de confusos datos a través de la Edad Media, desprenderá que los mejores navegantes europeos ya cruzaban el Atlántico en demanda del continente desconocido –pero no desconocido para ellos. No se trata de mera especulación; De Mahieu analiza toda la cartografía pertinente, de la Antigüedad al Renacimiento; y ciertamente un argumento fuerte para su tesis radica en las obras de Behaim y de Waldseemüller (1506-1507), que parecen denotar el conocimiento del estrecho de Magallanes –¡descubierto en 1520!– y de la costa sudamericana de un modo que era imposible en años tan tempranos. La conclusión general es que Colón –con quien De Mahieu se encarniza: embustero, ladrón, quizás asesino– proyectó y ejecutó su viaje perfectamente a sabiendas, contando con mapas y con noticias concretas acerca de las tierras al otro lado del Atlántico.
ERWIN ROBERTSON
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Manufacturer: Ediciones Camzo
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